BLOQUE 1. Los
retos del desarrollo personal y social.
Es tiempo para que analices los siguientes videos, luego los apliques al dilema moral que les corresponda, para que te den mayor apertura en las ideas y realices las actividades que se te indican.
Individuos y grupos que comparten necesidades.
Aprender a tomar decisiones de manera informada.
BLOQUE 1. Los
retos del desarrollo personal y social.
CONTENIDO 1.
Individuos y grupos que comparten necesidades.
INTRUCCIONES: Lee atentamente la siguiente información,
además consigue la película que ahí te sugiere para que tengas un criterio más
amplio sobre el tema.
CASO 1. La película “Un gran chico”
(Chris y Paul Weitz, 2002) presenta la vida de dos personajes: Will, un hombre
soltero de 38 años, amante de la buena vida, y Marcus, un niño de secundaria
con una situación familiar complicada. Will lleva un estilo de vida tranquilo y
relajado porque se mantiene con las regalías de una exitosa canción de Navidad
escrita por su padre; pasa la mayor parte del tiempo viendo televisión y
divirtiéndose. Marcus, en cambio, vive solo con su madre, Fiona, una mujer con
diversos problemas emocionales, que trata de suicidarse, lo cual provoca que
Marcus empiece a madurar muy pronto.
La película expone dos formas de ver
la vida. Mientras Will piensa que todo hombre es una isla y que, gracias a los
adelantos de la tecnología, no necesita a alguien para ser feliz, Marcus, en
cambio, está convencido de que no bastan dos personas para formar una familia.
Si una se cae, piensa Marcus, la otra se queda sola. Las personas, para Marcus
no son islas.
La trama del filme una la vida de
estos dos personajes para ayudarlos a salir de sí mismos y crecer como
personas. Marcus adquiere seguridad, aprende que no puede controlar todo y
empieza a socializar con gente de su edad. Will, por su parte, cae en la cuenta
de que debe madurar de una vez por todas.
Al margen de un final feliz, la
película refleja un modo de vida bastante generalizado en el mundo
contemporáneo: el individualismo, es decir, la tendencia a obrar con
independencia de los demás o sin acatar las normas generales, idea reforzada
por algunos usos de la tecnología, pues hace que muchas personas evite el
contacto con otros.
INTRUCCIONES: Escribe y contesta
ampliamente las siguientes preguntas.
PREGUNTAS PARA ANDAR:
1.-¿Piensas que los descubrimientos tecnológicos hacen
prescindibles las relaciones
humanas?
2.-¿Por qué nos relacionamos con otras personas? ¿Solo lo
hacemos por necesidad?
3.-¿Qué te une a las personas de tu comunidad?
4.-¿Alguna vez has pensado a cuántos grupos sociales
perteneces?
5-¿Cómo son esos grupos?
6.-¿Qué los hace especiales?
7.-¿Cuál es el conjunto de rasgos que caracterizan a los
grupos donde vivieron Will y
Marcus?
8.-¿Cuál es el perfil de los grupos a los que tú
perteneces?
9.-¿Podrías ser feliz sin cultivar relaciones con otras personas?
¿Por qué?
10.-¿Cómo crees que se siente una persona que está sola?
CONTENIDO 2: Aprender a tomar
decisiones de manera informada.
CASO 2:
INTRUCCIONES: Lee atentamente la
siguiente lectura.
PLATÓN Critón.
INTRODUCCIÓN: El Critón es uno de los escritos de la
primera época de Platón. Pertenece, pues, a esos escritos llamados
“socráticos”, “eléncticos” o “aporéticos”, que hacen referencia a algunas de
las características principales que los definen como grupo: “socráticos”,
porque reflejarían más fielmente el pensamiento del maestro; “eléncticos”, por
su estructura como refutación de un adversario a través de un ágil
interrogatorio; y “aporéticos”, por acabar todos en un callejón sin salida, en
un razonamiento con una única solución. Temáticamente, el Critón se encuentra
muy próximo a la Apología, no obstante, no se puede deducir por ello que su
redacción sea casi simultánea. Según María Rico Gómez1 , estaría compuesto
hacia el año 396 a. C., después del viaje que realizó Platón por Egipto.
Diversas son las consideraciones acerca del valor filosófico del Critón: · Para
J. L. Calvo2, el único valor que tienen tanto la Apología como el Critón es la
reivindicación de la figura de Sócrates, y son dialógicos sólo secundariamente
y por estricta necesidad estilística. · Para M. Rico3 y W. Jaeger4 se trata de
un diálogo con ideas predominantemente políticas, fundamentadas en el hecho de
que la forma estatal del período ateniense más ilustre, la llamada “Atenas de
Pericles”, estaba sucumbiendo ante nuevos sistemas políticos. · Para C. García
Gual, E. Lledó y J. Calonge5, el discurso no trata de buscar una definición
general de un concepto ni de rechazar un razonamiento por defecto en la
argumentación, sino de adoptar una posición definitiva. Lo único importante es
la decisión que al fin se va a tomar, intentando salvar la vida de Sócrates.
Por ello, se trata de un escrito que no se parece en nada al resto de diálogos.
Por nuestra parte, consideramos que el Critón emplea una serie de elementos claramente
interrelacionados que dan forma a un doble planteamiento filosóficopolítico de
fondo: por una parte, la coherencia en el ejercicio de la virtud a lo largo de
toda la vida, que no se puede contradecir ni siquiera si supone la muerte; y
por otra parte, e inmerso dentro de los acontecimientos políticos y sociales
del momento, el ideal político y ético de que lo justo es obedecer las leyes de
la ciudad.
Todo
esto sirve de plataforma dentro de la cual se inserta un argumento bien
conocido por todos: el intento de salvar la vida de Sócrates por parte de sus
amigos. NOTA BIBLIOGRÁFICA Para un primer acercamiento al pensamiento de Platón
es muy interesante la lectura del libro de Luciano de Crescenzo Historia de la
Filosofía griega (De Sócrates en adelante), Seix Barral, Barcelona 1989, que,
aunque no soluciona los principales problemas filosóficos que puedan surgir, sí
nos da una amena visión de conjunto sobre su pensamiento. Este libro es,
además, muy aconsejable para iniciarse en la filosofía griega. Para un
conocimiento más exhaustivo de la filosofía platónica, recomendamos los
siguientes textos: · Jaeger, W. Paideia: Los ideales de la Cultura Griega,
F.C.E., México 1967. · Lledó, E. La memoria del logos, Taurus, Madrid 1984. ·
Chãtelet, F. El pensamiento de Platón, Barcelona 1973. · Calvo, J.L. Platón, en
J. A. López Férez (Ed.) Historia de la literatura griega, Cátedra, Madrid 1988.
· Nestle, W. Historia del espíritu griego (Desde Homero hasta Luciano), Ariel,
Barcelona 1981. Ayudará enormemente el conocimiento del momento histórico en el
que vivió Platón. Con el fin de obtener un claro esquema de los siglos V y IV,
pueden ser de utilidad las siguientes obras: · López Melero, R. Así vivían en
la Grecia Antigua, Anaya, Madrid 1989. · Pérez, A. La civilización griega,
Anaya, Madrid 1988. · Bowra, C.M. La Atenas de Pericles, Alianza Editorial,
Madrid 1981. · Flaceliere, R. La vida cotidiana en Grecia en el siglo de
Pericles, Ediciones Temas de hoy, Madrid 1993. No cabe duda de que, para los
conocedores de la lengua griega, es imprescindible el texto griego; esto
ayudará a la mejor comprensión de la obra, así como a enriquecer
considerablemente su lectura mediante aportaciones y sugerencias nada
despreciables. Por su facilidad a la hora de adquirirlos, recomendamos los
siguientes textos:
CRITÓN
Sócrates, Critón Sócrates ¿Cómo llegas a estas horas, Critón? ¿No es todavía
temprano? – Critón - En efecto, es muy
pronto. – Sócrates - ¿Qué hora,
aproximadamente? - Critón - La del alba. – Sócrates - Me extraña que el guardián de la cárcel haya
querido atenderte. – Critón - Ya es
amigo mío, - Sócrates,- de tanto venir por aquí, y además, algún que
otro favor se ha sacado también de mí. – Sócrates - ¿Llegas ahora, o llevas ya
un rato aquí? – Critón - Llevo bastante
rato. – Sócrates - Entonces, ¿cómo no me has despertado inmediatamente, en
lugar de estarte ahí sentado en silencio? – Critón - Por Zeus, - Sócrates, - tampoco yo querría estar en tan gran desvelo y
dolor. Sin embargo, hace rato que me admiro de ver cuán dulcemente duermes. Y
adrede no te desperté, para que pasases el tiempo lo más agradablemente
posible. Sin duda, muchas veces durante toda la vida envidié tu manera de ser,
pero mucho más en la presente desgracia, al considerar con cuánta facilidad y
tranquilidad la soportas. - Sócrates - Sin duda, - Critón, - sería inoportuno indignarme, a mi edad, si es
necesario morir ya. – Critón - También
otros de tu edad se ven inmersos en situaciones como ésta, pero en nada les
libra la edad de no indignarse por su suerte. – Sócrates - Así es, pero ¿por qué has venido tan pronto? –
Critón - Porque traigo una noticia terrible,
- Sócrates. -No para ti, a lo que veo, pero sí terrible y dura para mí y para
todos tus amigos; por mi parte, no creo que pudiera recibir otra más dura. – Sócrates
- ¿Qué noticia? ¿Acaso ha llegado ya la
nave procedente de Delos a cuyo regreso es preciso que yo muera? – Critón -
Todavía no ha llegado, pero me parece a mí que llega hoy, según lo que han
dicho algunos que vienen de Sunion y la han dejado allí. Según éstos, es
evidente que la nave llega hoy y, por lo tanto, será forzoso, Sócrates, que
mañana pongas fin a tu vida.
- Sócrates - Pues si así agrada a los
dioses, - Critón, - que así sea en buena
hora. Sin embargo, no creo que llegue hoy la nave. – Critón - ¿De dónde deduces eso? – Sócrates - Te lo voy a decir. De alguna manera, según
parece, yo he de morir al día siguiente de aquel en que llegue la nave. – Critón
- Por lo menos así lo afirman los que
tienen autoridad sobre estas cosas. Sócrates Pues bien, no creo que llegue hoy
la nave, sino mañana. Me baso en cierto sueño que he tenido esta noche, hace un
momento. Y has sido muy oportuno al no despertarme. – Critón - Y bien, ¿qué sueño ha sido ese? – Sócrates - Me parecía que una mujer hermosa y de noble aspecto
se me acercaba, vestida de blanco, y llamándome me decía: -“Sócrates, - al tercer día llegarás a la fértil Ftía".
– Critón - Extraño sueño, Sócrates. – Sócrates - Esclarecedor, a mi modo de ver, Critón. – Critón
- Demasiado, según parece. Pero, querido Sócrates, aun así, hazme caso y
sálvate. Porque para mí, si murieses, no sería una única desgracia, sino que,
aparte de verme privado de un amigo como jamás encontraré otro igual, además de
eso, muchos de los que no nos conocen bien a ti y a mí, podrían creer que,
siendo capaz de salvarte, si hubiera querido gastar dinero, lo descuidé. Y
ciertamente, ¿qué fama sería más vergonzosa que ésta de parecer que se estima
en más el dinero que a los amigos? Porque la mayoría no se convencerá de que tú
mismo te negaste a salir de aquí, a pesar de nuestros ruegos. – Sócrates - Pero, querido Critón, ¿qué nos importa esa
opinión de los demás?. Pues los más honrados, de los que sí vale la pena
preocuparse, considerarán que esto ha sucedido tal y como tenía que suceder. – Critón
- Pero ves que es necesario, Sócrates, preocuparse también de la opinión de los
demás. Pues estas cosas de ahora ponen de manifiesto que la mayoría es capaz de
llevar a cabo no sólo los más pequeños males, sino quizás incluso los más
grandes, contra aquel que haya incurrido en su odio. - Sócrates - Ojalá,
Critón, la mayoría fuera capaz de hacer los mayores males, para que también
fuera capaz de realizar los mayores bienes. Eso sería magnífico. Pero ahora no
son capaces de hacer ninguna de las dos cosas; pues, no siendo capaces de hacer
a otro ni sensato ni insensato, lo que hacen lo hacen al azar.
Bien,
sea como tú dices. Pero, Sócrates, dime ¿acaso temes por mí y por los demás
amigos tuyos que, si tú sales de aquí, los sicofantes nos causen algún daño por
haberte sacado, y que nos veamos obligados a perder toda nuestra fortuna o
muchas riquezas o, incluso, a sufrir algún otro daño además de éstos? Pues, si
temes algo de tal clase, olvídate de ello. Es justo que nosotros, de alguna
manera, corramos este riesgo por salvarte y, si es necesario, aun otro mayor.
Vamos, hazme caso y no obres de otro modo. – Sócrates - Me preocupo de todo esto, Critón, y de otras
muchas cosas más. - Critón -Pues bien, no tengas esos temores; además, no es
mucho el dinero que quieren recibir algunos por salvarte y sacarte de aquí. Y
¿no ves que estos sicofantes son muy baratos y que no haría falta mucho dinero
para sobornarles. Yo creo que te bastaría con mis riquezas; no obstante, si en
tu solicitud por mí no crees que sea necesario gastar mis riquezas, hay aquí
algunos extranjeros dispuestos a gastar lo que haga falta. Incluso uno de
ellos, Simias el tebano, ha traído dinero suficiente para este asunto. También
está dispuesto Cebes y sin duda otros muchos. De manera que, como te digo, por
temer esto no renuncies a salvarte ni, como decías en el tribunal, sea penoso
para ti el saber cómo has de vivir al salir de aquí, pues adondequiera que
vayas te recibirán bien. Y, si quisieras ir a Tesalia, tengo allí amigos que te
estimarán en mucho y te procurarán seguridad, de modo que nadie te moleste en
Tesalia. Además, Sócrates, me parece que intentas una acción que no es justa:
entregarte, cuando puedes salvarte, y apresurarte a hacer contra ti cosas que
sólo tus enemigos procurarían y de hecho han procurado, ansiando destruirte.
Además de estas cosas, me parece a mí que traicionas a tus propios hijos, a los
que, siéndote posible criarlos y educarlos, dejas abandonados al marchar; y,
por tu parte, ellos harán lo que la suerte les depare. Dispondrán, como es
natural, de aquellas cosas que se depara a los huérfanos en los orfanatos. Así
pues, es necesario o no tener hijos o acarrear con el peso de su crianza y
educación, y a mí me parece que tú eliges lo más sencillo. Además, se ha de
elegir lo que un hombre honrado y bueno elegiría, al menos cuando uno afirma
que se ha preocupado toda la vida de ejercitar la virtud. De manera que yo
mismo me avergüenzo por ti y por nosotros, tus amigos, de que pueda parecer que
todo este asunto en torno a ti se ha realizado con una cierta cobardía por
nuestra parte, tanto la comparecencia ante el tribunal - que, habiéndose podido
evitar, tuvo lugar- y el mismo proceso del juicio, como este final ciertamente
absurdo. Y que parezca que nosotros - puesto que no te salvamos, ni tú a ti
mismo- hemos rehuido este asunto por cierta incapacidad o por cierta cobardía
nuestra, cuando era posible y realizable si hubiese existido en nosotros un
mínimo interés por pequeño que fuese. Pues bien, Sócrates, ten presente esto,
no sea que, al mismo tiempo que un daño, sea también una deshonra para ti y
para nosotros. Así pues, reflexiona, aunque ya no es tiempo de reflexionar,
sino de haber tomado ya una determinación. Y sólo una determinación, pues la
noche próxima es necesario que todo esto haya sido realizado; si esperamos más,
entonces ya será irremediable e imposible. Venga, Sócrates, hazme caso sin
vacilar y no obres de otro modo.
Amigo
Critón, tu buena voluntad sería merecedora de mucha estima, si tuviera alguna rectitud;
si no, cuanto mayor, tanto más enojosa. En fin, es necesario que nosotros
consideremos si se ha de obrar así o si no. Porque yo, ahora y siempre, he sido
de tal condición que no he obedecido a ningún otro de mis impulsos sino a la
razón, la cual, examinándola, se me aparece como la mejor. Los razonamientos
que decía anteriormente no soy capaz ahora de desecharlos, una vez que me ha
venido esta adversidad; es más, de algún modo me siguen pareciendo iguales, y
honro y respeto los mismos razonamientos que antes. Si no somos capaces de
exponer ahora otros mejores que aquellos, has de saber que no cederé ante ti,
ni aunque la fuerza de la mayoría nos asuste, como se asusta con duendes a
nuestros niños, imponiéndonos prisión, muerte y privación de bienes. ¿Cómo
podríamos examinar eso más adecuadamente? Veamos, en primer lugar, si retomamos
el razonamiento respecto a las opiniones de los hombres. ¿Teníamos razón o no,
cuando decíamos que se ha de prestar atención a unas opiniones y a otras no? ¿o
es que antes de que yo debiera morir estaba bien dicho y ahora, por el
contrario, resulta que lo decíamos en vano, por hablar, y eran en realidad
niñerías y chiquillerías? Deseo vivamente, Critón, examinar contigo si este
razonamiento me parece diferente en algo, cuando me encuentro en esta
situación, o es el mismo, y si lo hemos de dejar correr o lo hemos de seguir.
Según creo, dicen los que se consideran entendidos poco más o menos lo que
decía yo hace un momento, que, de entre las opiniones que los hombres manifiestan,
debemos estimar unas en mucho y otras no. Esto, Critón, ¡por los dioses!, ¿no
te parece que está bien dicho? Pues tú, según la previsión humana, estás libre
de tener que morir mañana, y la presente desgracia no te va a ofuscar.
Examínalo. ¿No te parece que se ha dicho suficientemente que no se deben
estimar todas las opiniones de los hombres, sino unas sí y otras no, y tampoco
las de todos, sino las de unos sí y las de otros no? ¿Qué dices? ¿No está bien
dicho esto? – Critón - Está bien dicho. – Sócrates - ¿Y no es verdad que hay
que estimar las buenas y no las malas? –Critón - Sí. – Sócrates - ¿Las buenas no son las de los sensatos y las
malas las de los insensatos? - Critón - ¿Cómo no? Sócrates Veamos qué es lo que se
quería decir con todo esto. Un hombre que se ejercita haciendo gimnasia,
¿presta atención a la alabanza, la censura y la opinión de cualquier hombre, o
a la de uno solo, la del médico o entrenador? Critón A la de uno solo.
Por
consiguiente, ha de temer los reproches y recibir con agrado las alabanzas de
uno solo, y no las de la mayoría. – Critón - Es evidente. – Sócrates - Así pues, ha de obrar y ejercitarse, y comer y
beber según la opinión de ése solo, del que le guía y es entendido, y no según
las opiniones de todos los demás. – Critón - Así es. – Sócrates - Bien. Si no obedece a ése y menosprecia su
opinión y sus alabanzas y, por el contrario, estima las palabras de la mayoría,
que no entiende nada, ¿no sufrirá algún daño? – Critón - ¿Cómo no? – Sócrates - ¿Qué daño es éste, y a qué afecta? ¿a qué
parte del que no ha hecho caso? – Critón - Es evidente que al cuerpo; pues lo va
destruyendo. – Sócrates - Dices bien. Lo
mismo ocurre, Critón, con las demás cosas, para no ir enumerándolas todas. Así
sucede también respecto a lo justo y lo injusto, lo innoble y lo noble, lo
bueno y lo malo, asuntos que son el objeto de nuestra actual discusión.
¿Debemos nosotros seguir la opinión de la mayoría y temerla, o la de uno solo
que entienda, si lo hay, al cual es necesario respetar y temer más que a todos
los demás juntos? Si no seguimos a éste, dañaremos y destruiremos aquello que
se mejoraba con lo justo y se destruía con lo injusto. ¿No es así? - Critón - Yo al menos, así lo creo, Sócrates. – Sócrates
- En fin, si lo que se mejora por medio
de lo sano y se destruye por lo enfermo, lo destruimos por obedecer la opinión
de los que no entienden, ¿nos es posible vivir una vez destruido eso? Y, de
alguna manera, hablamos del cuerpo ¿no? – Critón - Sí. – Sócrates - ¿Nos es posible vivir con un cuerpo mísero y
corrupto? Critón De ningún modo. Sócrates Entonces, ¿podemos vivir estando
destruido aquello a lo que la injusticia daña y la justicia beneficia? ¿o
consideramos que es de menos valor que el cuerpo aquella parte de nosotros
mismos en cuyo entorno están la injusticia y la justicia? – Critón - De ningún modo. PLATÓN, - Critón - 8 – Sócrates - Por tanto, ¿es más estimable? – Critón - Sin duda que mucho más. – Sócrates - Entonces, querido amigo, no debemos
preocuparnos mucho de lo que diga la mayoría, sino de lo que diga el entendido
en lo justo e injusto; sólo él y la verdad deben preocuparnos. De manera que,
en primer lugar, no juzgas rectamente al considerar que debemos preocuparnos de
la opinión de la mayoría respecto a lo justo, lo noble y lo bueno, y sus
contrarios. Aunque, sin duda, podría decir alguno que la mayoría es capaz de
condenarnos a muerte. – Critón - Evidentemente así es. Podría decirlo,
Sócrates. Tienes razón. – Sócrates - Sin
embargo, amigo, este razonamiento que hemos desarrollado me parece a mí que es
el mismo de antes. Reflexiona, además, si permanece o no para nosotros el
razonamiento de que no hay que considerar lo más importante el vivir, sino el
vivir coherentemente. – Critón - Por
supuesto que permanece. -Sócrates - Y que el vivir coherentemente, con
honestidad y con justicia, son una misma cosa, ¿lo mantenemos o no? – Critón - Lo mantenemos. – Sócrates - Por consiguiente, debemos examinar esto a
partir de lo acordado, si es justo que yo intente salir de aquí, no dejándome
libre los atenienses, o si no es justo. Si nos parece que es justo,
intentémoslo, pero si no, dejémoslo. En cuanto a las consideraciones que tú me
has hecho con respecto al gasto de dinero, la reputación y la crianza de los
hijos, temo, - Critón, - que éstas, en
realidad, sean consideraciones de los que fácilmente condenan a muerte y
devuelven a la vida, si de ello fueran capaces, sin la menor reflexión; es
decir, de la mayoría de gente. Pero nosotros, puesto que así lo exige el
razonamiento, no podemos considerar otra cosa distinta de lo que ahora mismo
decíamos, si obraremos con justicia al pagar con dinero y con favores a los que
me van a sacar de aquí, siendo nosotros mediadores en la huida y fugitivos; o
si, por el contrario, al hacer todas estas cosas, en verdad vamos a obrar de
modo injusto. Y si resulta que obramos de forma injusta, no es necesario ya
tener en cuenta si hemos de morir, permaneciendo aquí y soportándolo con
tranquilidad, o sufrir cualquier otra adversidad, antes que obrar injustamente.
– Critón - Me parece acertado lo que
dices, Sócrates. Mira qué hemos de hacer. – Sócrates - Examinémoslo, mi buen amigo, en común y, si
tienes algo que objetar mientras yo hablo, dilo, y yo te haré caso. Pero si no,
deja ya de repetirme, mi buen Critón, la misma frase, que es necesario que yo
salga de aquí, aun contra la voluntad de los atenienses, porque yo considero
muy importante hacer esto tras haberte convencido, y no contra tu voluntad.
Mira si te parece que está bien establecido el principio del razonamiento, e
intenta responder como mejor creas a mis preguntas.
- Critón - Lo intentaré. – Sócrates - ¿Afirmamos que en ningún caso se ha de obrar
injustamente de forma voluntaria? ¿o en ciertos casos sí y en otros no? ¿o de
ningún modo el obrar injustamente es bueno y noble, como hemos convenido en
otras muchas ocasiones anteriores? (Eso es también lo que acabamos de decir).
¿Acaso todos aquellos acuerdos anteriores nuestros se han olvidado en estos
pocos días? ¿Tal vez ocurre que, desde hace tiempo, Critón, hombres ya viejos,
de nuestra edad, dialogábamos en serio, sin darnos cuenta de que en nada
diferíamos de unos niños? ¿o más bien es como lo decíamos nosotros entonces, lo
afirme o lo niegue la mayoría y, aunque sea necesario que nosotros suframos
cosas mejores o peores que éstas, cometer injusticia es, en cualquier caso,
malo y vergonzoso para el que la comete? ¿lo afirmamos o no? – Critón - Lo afirmamos. – Sócrates - Entonces, de ningún modo se ha de obrar
injustamente. – Critón - Sin duda que no. – Sócrates - Luego, ni siquiera el que es tratado
injustamente ha de devolver mal por mal, como piensa la mayoría, ya que de
ninguna manera se ha de obrar injustamente. – Critón - Es evidente que no. - Sócrates - Por tanto,
Critón, ¿se debe hacer el mal, o no? – Critón - Sin duda que no es conveniente, Sócrates. – Sócrates
- ¿Y es justo, como dice la mayoría, que
el que sufre algún mal responda con nuevos males, o no? – Critón - De ningún modo. – Sócrates - Pues sin duda el
hacer mal a los hombres no difiere en nada del ser injusto. – Critón - Dices la
verdad. Sócrates Luego, ni se ha de responder a la injusticia ni se ha de hacer
daño a ningún hombre, cualquiera que sea el mal que de él se reciba. Mucho ojo,
Critón, al mostrarte de acuerdo con esto, no sea que vayas a caer en una
contradicción. Pues sé que a muy pocos les parece y les parecerá bien esto. Y
entre los que tienen esta opinión y los que tienen la contraria no hay un
acuerdo común, sino que es necesario que desconfíen unos de otros, al ver sus
respectivos pareceres. Examina muy bien, pues, si tú PLATÓN, Critón 10 también
estás de acuerdo conmigo y si te parece bien, y comencemos nuestra deliberación
desde ese punto, que nunca es correcto cometer injusticia, devolver daño por
daño o responder haciendo el mal, cuando se recibe un mal. ¿O te apartas y no
participas de ese principio? A mí me sigue pareciendo igual ahora que antes;
pero, si a ti te parece de otro modo, habla y explícate. Si persistes, sin
embargo, en lo anterior, escucha lo que sigue. – Critón - Persisto en ello y estoy de acuerdo contigo.
Continúa. – Sócrates - Digo lo
siguiente, o más bien pregunto: las cosas que alguien ha convenido con otro que
son justas, ¿se han de hacer o se han de burlar? – Critón - Se han de hacer. – Sócrates - Reflexiona a
partir de esto. Si salimos de aquí nosotros sin haber persuadido a la ciudad,
¿hacemos daño a alguien, y precisamente a quien menos se debe, o no? ¿y
permanecemos fieles a las cosas que reconocimos que eran justas, o no? – Critón
- No puedo, Sócrates, responder a lo que
me preguntas, pues no lo comprendo. – Sócrates - Considéralo del modo siguiente. Si a nosotros
que tenemos la intención de escapar de aquí, o como sea conveniente nombrar a
esto, llegaran las leyes y el estado y, colocándose delante, nos preguntaran:
“Dime, Sócrates, ¿qué tienes proyectado hacer? ¿No es cierto que, con esta
acción que intentas, proyectas destruirnos a nosotras las leyes y a toda la
ciudad, en lo que de ti depende? ¿Te parece a ti posible que pueda aún existir
sin arruinarse una ciudad en la que los juicios que se producen no tienen ningún
poder, sino que son destruidos por particulares y resultan nulos?” ¿Qué
responderemos, Critón, ante estas preguntas y otras de tal naturaleza? Muchas
razones podría dar cualquiera, especialmente un orador, en favor de esta ley
que nosotros intentamos destruir, que establece que los juicios sentenciados
tengan plena autoridad. ¿Acaso les diremos: “La ciudad nos ha tratado
injustamente y no ha realizado el juicio correctamente”? ¿Les diremos esto o
qué? Critón Esto, por Zeus, Sócrates. – Sócrates - Y qué diríamos, si las leyes dijeran:
“Sócrates, ¿es esto lo que convinimos tú y nosotras, o más bien convinimos
permanecer fieles en las decisiones judiciales que la ciudad determinase?” Si
nos extrañásemos de sus palabras, quizás dijeran: “Sócrates, no te extrañes de
nuestras palabras y responde, tú que tan acostumbrado estás a servirte de
preguntas y respuestas. Vamos a ver, ¿qué acusación tienes contra nosotras y
contra la ciudad para intentar destruirnos? En primer lugar, ¿no te dimos
nosotras la vida y, por medio de nosotras, desposó tu padre a tu madre y te
engendró? Di, ¿tienes algo que reprochar a las leyes que se refieren al
matrimonio?” “No tengo nada que reprecharles”, diría yo. “¿Y a las que se
refieren a la crianza de los hijos y a la educación, en la cual tú también has
sido educado? ¿acaso no disponían bien aquellas de nosotras establecidas para
ello, recomendando a tu padre que te educase en la música y en la gimnasia?”
“Sí”, afirmaría yo. “Entonces, si gracias a nosotras naciste, fuiste criado y educado,
¿podrías decir, en principio, que no eras resultado de nosotras y esclavo
nuestro, tú y tus progenitores? Y si es así, ¿crees que tenemos los mismos
derechos? ¿Y es justo que tú nos hagas lo mismo que nosotras intentamos
hacerte? Pues, sin duda, tus derechos no serían iguales respecto a tu padre y a
tu dueño, si lo tuvieras, de manera que pudieras responderles haciéndoles lo
mismo que ellos te hicieran, insultando si fueras insultado, golpeando si
fueras golpeado, y otras muchas cosas de este estilo. ¿Te sería posible, en
cambio, obrar con respecto a la patria y a las leyes de manera que, si nosotras
nos proponemos matarte, considerando que es justo, tú intentes, en la medida de
tus fuerzas, destruirnos a nosotras, las leyes, y a la patria, y afirmes que,
al hacer esto, haces algo justo tú, que en verdad te ocupas de ejercitar la
virtud? ¿Acaso eres tan sabio que se te escapa que merece la patria más honor
que la madre, el padre y todos los antepasados, y que es más venerable y más
sagrada y digna de la mayor estima entre los dioses y entre los hombres de
juicio; y que hay que respetar y obedecer y halagar más a la patria, si se
irrita, que al padre; y que hay que persuadirla u obedecerla en lo que ella
mande; y que, si manda sufrir algo, hay que soportarlo con mansedumbre, ya sea
ser azotado como ser encarcelado, o ir a la guerra para ser herido o morir; y
que hay que hacer esto porque es lo justo; y que no hay que ceder, ni
retroceder, ni abandonar el puesto de batalla, sino que, incluso en la guerra y
en la cárcel, y en todo lugar, hay que hacer lo que mande la patria y la
ciudad, o persuadirla de lo que es justo por naturaleza; y que no es piadoso
maltratar a la madre y al padre, pero menos piadoso aun es maltratar a la
patria?” ¿Qué diremos a esto, Critón? ¿Dicen las leyes la verdad, o no? – Critón
- Me parece que sí. – Sócrates - Quizá incluso dijeran las leyes: “Examina,
además, Sócrates, si es verdad esto que decimos, que no es justo que trates de
hacernos lo que ahora intentas. Nosotras te hemos engendrado, criado y educado,
y te hemos hecho partícipe de todos los bienes que hemos podido, a ti y a todos
los demás ciudadanos y, a pesar de esto, declaramos públicamente que cualquier
ateniense que lo desee, después de que haya alcanzado la ciudadanía y haya
conocido los asuntos públicos y a nosotras, las leyes, si no le satisfacemos,
puede libremente coger sus cosas y marcharse adonde quiera. Y ninguna de
nosotras, las leyes, es obstáculo ni se opone a que, si alguno de vosotros
quiere marcharse a una colonia, si no somos de su gusto ni nosotras ni la
ciudad, o si quiere irse a otra parte y vivir en el extranjero, se vaya donde
le plazca, llevándose lo suyo. Pero aquel de vosotros que se quede, sabiendo de
qué manera nosotras hacemos justicia y administramos la ciudad en los demás
aspectos, afirmamos que éste, de hecho, está de acuerdo con nosotras en hacer
lo que nosotras ordenamos; y decimos, si no obedece, que es tres veces
culpable: porque no nos obedece a nosotras, que somos sus progenitoras; porque
le hemos criado; y porque, habiendo estado de PLATÓN, Critón 12 acuerdo con
nosotras en obedecernos, ni nos obedece ni nos persuade si no hacemos bien
alguna cosa, a pesar de que nosotras proponemos hacer lo que ordenamos y no lo
imponemos por la fuerza, sino que permitimos una opción entre dos, persuadirnos
u obedecernos, y no cumple ninguna de las dos el que no obedece. En tales
acusaciones decimos que tú, Sócrates, te verás envuelto, si haces lo que tienes
en mente, y no entre los que menos de los atenienses, sino entre los que más. Y
si entonces yo dijera: “¿por qué?”, quizás me increparían con toda justicia
diciéndome que yo soy uno de los atenienses que más he estado de acuerdo con
ellas. Pues afirmarían: “Sócrates, grandes son las pruebas que tenemos de que
éramos de tu agrado nosotras y la ciudad; pues, no te habrías quedado en ella
más que cualquier otro ateniense, si no te hubiese gustado ésta sobre todo;
nunca te has ausentado de ella ni para ir a una fiesta, excepto una vez al
Istmo, ni has ido a ningún otro sitio, a no ser en alguna expedición militar;
ni hiciste jamás ningún viaje, como los demás; ni tuviste deseo de conocer
otras ciudades y otras leyes, sino que nosotras y nuestra ciudad fuimos
suficiente para ti. Tan plenamente nos elegiste y estuviste de acuerdo en vivir
como ciudadano según nosotras, que incluso tuviste tus hijos aquí, sin duda
porque te agradaba la ciudad. Pues bien, te hubiera sido posible, en este mismo
proceso, pedir para ti el destierro, si hubieras querido, y lo que ahora
intentas contra la voluntad de la ciudad, entonces lo habrías hecho con su
consentimiento. Entonces tú te vanagloriabas de que no te enojarías, si era
preciso morir, y elegías, según afirmabas, la muerte antes que el destierro.
Ahora, por el contrario, ni respetas aquellas palabras, ni te preocupas de
nosotras, las leyes; intentas destruirnos y haces lo que el esclavo más ruin
haría, al procurar escaparte en contra de los pactos y los acuerdos según los
cuales acordaste con nosotras vivir como ciudadano. En primer lugar, entonces,
contéstanos si decimos o no decimos la verdad al afirmar que tú, con obras, y
no con palabras, estuviste de acuerdo en vivir como ciudadano según nosotras”.
¿Qué diremos a esto, Critón? ¿No es cierto que estamos de acuerdo? – Critón - Necesariamente, Sócrates – Sócrates - “Pues no violas otra cosa, dirían, sino los
pactos y los acuerdos que con nosotras mismas hiciste, no por necesidad ni
habiendo sido engañado ni obligado a decidir en poco tiempo, sino en setenta
años, en los que te fue posible ir a otro lugar, si no te agradábamos o no te
parecían justos los acuerdos. Sin embargo, tú no preferiste ni Lacedemonia ni
Creta, las cuales siempre dices que están bien gobernadas, ni tampoco ninguna
otra ciudad griega ni bárbara, sino que de ésta has estado ausente menos que
los cojos, los ciegos y los demás lisiados. De este modo, es evidente que la
ciudad y nosotras, las leyes, te agradábamos más a ti que a los demás
atenienses. ¿A quién le agradaría una ciudad sin leyes? ¿No vas a permanecer
fiel ahora a lo acordado? Sí nos obedecerás, Sócrates, y así no quedarás en
ridículo marchándote de la ciudad. Reflexiona, pues. Si violas estos acuerdos y
delinques en algo de esto, ¿qué bien te producirás a ti mismo o a tus amigos?
Pues, es poco más o menos evidente que también tus amigos corren el riesgo de
ser desterrados y de ser privados de la ciudadanía, o de perder sus bienes. Tú
mismo, en PLATÓN, Critón 13 primer lugar, si vas a alguna de las ciudades más
próximas, a Tebas o a Megara, pues ambas están bien regidas, llegarás,
Sócrates, como enemigo de su régimen político, y cuantos se preocupan de sus
propias ciudades te mirarán con recelo, considerándote destructor de las leyes,
y así confirmarás la opinión de los jueces, de manera que parecerá que su
sentencia fue justa; pues, el que es destructor de las leyes, fácilmente
parecería también que es corruptor de jóvenes y de hombres insensatos.
¿Rehuirás acaso las ciudades bien regidas y los hombres más honrados? Y
haciendo esto, ¿valdrá la pena vivir? O te acercarás y tendrás la desvergüenza
de dialogar con ellos, pero ¿con qué razonamientos, Sócrates? ¿Acaso con los
mismos de aquí, que la virtud y la justicia son lo más estimable para los
hombres, así como las costumbres y las leyes? ¿No crees que parecerá vergonzosa
la conducta de Sócrates? Hay que creer que sí. ¿O bien te alejarás de estos
lugares y te irás a Tesalia con los huéspedes de Critón? Allí sin duda hay
mucho libertinaje y desenfreno, y quizás les guste oírte de qué modo tan gracioso
huiste de la cárcel, poniéndote un disfraz, o envuelto en una piel o usando
cualquier otro método habitual para los fugitivos, cambiando además tu
apariencia exterior. ¿No habrá nadie que pregunte por qué un hombre viejo, al
que le queda poco tiempo de vida, como es natural, tuvo el descaro de desear
vivir tan tenazmente, violando las leyes más importantes? Quizás no, si no
ofendes a nadie. En caso contrario, oirás muchas cosas indignas de ti.
Ciertamente, vivirás adulando a todos y siendo su esclavo; pues, ¿qué harás
allí sino darte a la buena vida como si hubieras viajado a Tesalia para ir a un
banquete? ¿Dónde se nos quedarán aquellos razonamientos acerca de la justicia y
las restantes formas de virtud? Pero, ¿es a causa de tus hijos por lo que quieres
vivir, para criarlos y educarlos? ¿Cómo? ¿Llevándotelos a Tesalia los vas a
criar y a educar allí, haciéndolos extranjeros para que también obtengan de ti
ese beneficio? ¿O no es eso, sino que educándose aquí se van a criar y a educar
mejor, si tú estás vivo, aunque no estés tú con ellos? Ciertamente, tus amigos
se ocuparán de ellos. ¿Es que se preocuparán de ellos si partes hacia Tesalia,
y si vas al Hades, no? Si, en efecto, existe alguna deuda de los que afirman
que son tus amigos, es necesario creer que sí que los cuidarán. En fin,
Sócrates, obedécenos a nosotras, que te hemos criado, y ni a tus hijos ni a tu
vida ni a ninguna otra cosa estimes en más que a la justicia, para que, al
llegar al Hades, puedas alegar en tu defensa esto ante los que allí gobiernan.
Pues aquí, es evidente que obrar de tal modo ni para ti ni para ninguno de los
tuyos es mejor, ni más justo ni más piadoso, ni tampoco será mejor cuando
llegues allí. Si te marchas ahora, te vas habiendo sido condenado injustamente
no por nosotras, las leyes, sino por los hombres. En cambio, si huyes de forma
tan vergonzosa, devolviendo injuria por injuria, mal por mal, habiendo
quebrantado tus acuerdos y tus pactos con nosotras, y habiendo hecho daño a los
que menos conviene, a ti mismo, a tus amigos, a la patria y a nosotras,
entonces nosotras, mientras vivas, estaremos irritadas contigo, y allí, en el
Hades, nuestras hermanas las leyes no te recibirán bien, sabiendo que
intentaste destruirnos en la medida de tus fuerzas. Vamos, que no te convenza
Critón a hacer lo que dice más que nosotras.” Has de saber, querido amigo
Critón, que yo creo oír esto, como los coribantes creen oír las flautas, y en
mí retumba el eco de estas palabras y hace que PLATÓN, Critón 14 no pueda oír
las demás. Y además, al menos en lo que por ahora a mí me parece bien, si dices
algo en contra, hablarás en vano. Sin embargo, si crees que puedes conseguir
algo más, habla. – Critón - No tengo
nada más que decir, Sócrates. – Sócrates - Bien, Critón, obremos así, puesto que así lo
aconseja la divinidad.
En el diálogo titulado Critón, el
filósofo griego Platón cuenta una de las últimas lecciones de vida que Sócrates
dio a los seres humanos de su tiempo.
Sócrates fue condenado injustamente
a muerte, así que sus amigos querían ayudarlo a escapar de la cárcel para que
las autoridades no lo ejecutaran. Algunos de ellos pertenecían a la elite de la
sociedad ateniense y contaban con recursos económicos y políticos suficientes
para que la huida fuera exitosa.
A pesar de lo injusto de la condena.
Sócrates no aceptó la ayuda para escapar. Sus amigos utilizaron toda clase de
argumentos para convencerlo. Le pidieron incluso que si no quería aceptar el
ofrecimiento por él, lo hiciera por sus amigos, pues toda la gente pensaría que
si Sócrates era ejecutado, sería porque sus camaradas no la habían ayudado.
Nada de esto logró convencerlo, pues escapar implicaría cometer una injusticia.
Una de las razones por las que
Sócrates pasó a la historia fue que enunció categóricamente, sin temor alguno,
que sufrir una injusticia es mejor que cometerla. Si bien él sabía que no
merecía el castigo, también estaba consciente de que fugarse de la cárcel sería
atentar contra la ley y la sociedad. Sócrates asumió su pena y murió para
cumplir su condena.
INTRUCCIONES: Después de haber leído
el dialogo y la información que se te presenta, realiza en tu libreta el siguiente cuestionario, contestando ampliamente las preguntas.
1.-¿Estás de acuerdo en
que el mejor sufrir una injusticia que cometerla? ¿Por qué?
2.-¿Crees que desobedecer una ley es cometer una
injusticia?
3.-¿Se debe obedecer la ley aunque sea injusta?
4.-¿Es verdad que si un ciudadano o una autoridad viola
una ley, atenta contra la
sociedad?
¿Tú que crees?
5.-¿Consideras que una sociedad en la que se respetan las
leyes es mejor que una
donde no se
acatan? ¿Por qué?
6.-¿Piensas que la decisión de Sócrates fue correcta?
¿Por qué?
7.-¿Qué se necesita para tomar decisiones asertivas?
8.-¿Cuánto piensas las cosas antes de actuar?
Libro de recursos para
el profesor, 3° de secundaria, horizontes, Editorial Santillana; páginas 34 y
52.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario